Es hermoso decir la verdad. Es la sinceridad una de las virtudes más apreciadas en la juventud. Pero al ir madurando, al ir haciéndonos más expertos en el arte de vivir, sabemos que la sinceridad debe ser matizada, velada, escondida entre las brumas de la potencialidad. Podría ser…tal vez…¿qué sentirá…? Pero ninguna de estas preguntas debe surgir jamás de nuestros labios; debe permanecer en las nieblas del ser…
Porque ahora…¿qué harás, fauno, después de haber abierto las puertas de tu corazón? Dime, ¿en qué podemos transformar esto para que no nos arrastre, no nos destruya?
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