PEDRO Y EL DRAGÓN

La cima del Canigó ha tenido fama de lugar misterioso desde tiempos inmemoriales. Así que el rey Pedro III de Aragón decidió subir a ver qué había. Con dos hombres de escolta inició el ascenso. Una gran tormenta hizo que éstos se asustaran; el rey les conminó a resguardarse en un abrigo rocoso: seguiría él solo.

Conforme ascendía, la tormenta amainaba. Llegó a la cima: un hermoso lago había allí. El rey cogió una piedrecita y la lanzó, rompiendo la especular calma del agua. Entonces, un dragón salió del lago y voló rabioso sobre el rey lanzando llamas.

Pedro, lejos de asustarse, se quedó mirando fijamente a los ojos del dragón, que se amansó y volvió a sumergirse en las aguas del lago.

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